3. La cultura libre implica una crítica a la propiedad intelectual

Como ya dijimos, las tecnologías baratas de copia y almacenamiento de información trajeron un aumento explosivo en el acceso a las expresiones culturales, a las herramientas para utilizarlas, y a los usos sociales de dichas obras. Pensemos, por ejemplo, en las millones de horas de video disponibles en línea y en las herramientas de reproducción, captura y edición que pueden usarse desde cualquier computadora personal o dispositivo móvil.

Sin embargo, lo que es bastante más restringido es la libertad para acceder y hacer uso legal de las obras culturales y de las tecnologías, a causa de un instrumento que establece explícitamente restricciones a esa libertad: la propiedad intelectual. Lawrence Lessig habla de “leyes que limitan la creatividad” al referirse a esta situación contradictoria en la cual la participación cultural es cada vez más posible y a la vez más restringida por las leyes. En su conferencia en Buenos Aires de agosto de 2013 dice:

“Vivimos en la era del remix; la creatividad y la cultura siempre han provenido de trabajos previos, pero con Internet y las tecnologías digitales para recrear trabajos, se ha llevado esta situación a otro nivel; más gente es capaz de editar y compartir una mayor cantidad de trabajos”.


El escenario actual es que, si bien el acceso y el uso de la cultura han aumentado notoriamente, estos ocurren en condiciones legales precarias y bajo amenaza. Más aún, como muchas de estas prácticas son ilegales, los estados quedan limitados a la hora de cumplir su obligación de garantizar el derecho a la cultura.

¿Cómo las leyes, instituciones y herramientas de propiedad intelectual limitan la participación cultural?

  • Mediante el monopolio exclusivo: personas e instituciones que tienen los derechos sobre una obra pueden impedir a otros hacer uso de ellas. No podremos “tomar parte” de esos aspectos de la cultura hasta que no ingresen al dominio público. El monopolio permite que los titulares de derechos excluyan del acceso, pero también amenaza la libertad de expresión, al limitar la parodia, la crítica y el remix.
  • Mediante plazos extremadamente largos de ingreso de las obras al dominio público: ese monopolio exclusivo se ha ido extendiendo, hasta llegar a una duración de varias décadas después de la muerte del creador de una obra.
  • Mediante el abandono institucional del dominio público: sin un trabajo continuo de identificación, preservación y puesta a disposición de las obras que efectivamente podemos usar, es muy difícil tomar parte realmente de la herencia cultural.
  • Mediante medidas técnicas, como los filtros automáticos de contenido con copyright, el DRM y otras formas de restricción y exclusión tecnológica, que ponen diques a la creatividad y hacen que los aparatos y herramientas para usar la cultura otorguen al usuario permiso de “solo lectura”. Incluso obras de dominio público pueden ser nuevamente privatizadas usando estas medidas técnicas.
  • Mediante limitaciones a la Internet pública: es decir, impulsando leyes y medidas administrativas que restrinjan Internet para evitar o controlar el intercambio de obras culturales, en beneficio de algunas corporaciones de la industria del entretenimiento. Por ejemplo, a través del bloqueo de sitios web, por orden administrativa o judicial.

Por lo tanto, si queremos defender una mayor participación cultural, vamos a tener que pararnos críticamente frente a la propiedad intelectual. Si bien existe la opción de intentar eludir los efectos de las medidas enumeradas de manera individual, lo más oportuno a nivel social, y lo que redundará en resultados de largo plazo, es buscar colectivamente un cambio de esta situación.

Pasemos entonces a ver algunas de las herramientas y estrategias ciudadanas más exitosas para la promoción de la cultura libre.